Sacas ese fajo de algo (cartas y fotografías viejas) que, me
dices, te regalaste una vez por tu cumpleaños. Las encontraste en ese puesto,
te enamoraste de todo lo que aquel chico con acento francés ofrecía. No
niegues, le echaste el ojo. Le gustaste, pero lo único que hiciste fue rozarle
los dedos al alcanzarle el billete. Lo estoy viendo. Quédate con la vuelta. Y te
marchaste. Y me dices señalando las cartas y las fotografías que habías
esperado un momento como éste, con alguien, y que yo soy ese alguien. Y sacas
el fajo de cartas y de fotografías. Si fuese dinero, seria un buen fajo de dinero,
pero sólo son cartas y fotografías viejas. Y no darían mucho. Lo parecen y son muy viejas. De ésas
que te huelen a algo. Ahí queda algo, y tú quieres descubrirlo, conmigo. Antes,
me dices, ya puedes ir poniendo alguno de esos discos. Vinilos. Es de esas noches
en que resulta obligatorio odiar las grandes tecnologías. Y ponte guapo. Me
echas el piropo y salto, pongo un disco al azar. Es un directo de Dexter Gordon
y Wardell Gray. Coges el fajo de cartas y de fotografías, desempacas y descubrimos nuestro tesoro. La mayor parte de
la fotografías, mujeres desnudas, con manuscritos en inglés y francés. Me
traduces las que no entiendo. Dedicatorias amorosas y de las otras. Es Nueva
Orleans, describes. Y aparecen más y más mujeres. Lees una carta en el idioma. Repites
mucho la palabra. Jass, y las eses las dices para que la cosa quede clara. Ese
matiz. Traduces y Dexter Gordon enardece de tal manera y yo miro las
fotografías y tú doblas la hoja (ese doblar de la hoja) y sigues leyendo.
Alguna tiene todavía el sobre. Miras las fotografías. Te asaltan las dudas
respecto a la edad de alguna de las chicas que posan (labios de grueso carmín).
Hay expresiones que me dices que son bastante intraducibles y tú me las dices
tal cual. Agrupamos las fotografías, son como ¿treinta? Según nos van
pareciendo que hay que ponerlas en un lado o en otro, según un criterio
improvisado y anárquico, bastante libre y muy nuestro, las ponemos. Alguna fotografía hay que merece bastante la pena mirarla. Pensamos que
alguna de las cartas puede ir dirigida para una de esas chicas que posan. No
hay ninguna chica que repita en dos fotografías aunque en el fondo todas tengan
un parecido razonable. Como el jazz, te digo pedante. Me miras seria y luego me
perdonas y te sonríes para recordarme que yo soy ese alguien. Wardell Gray. ¿Alguien
puede hacerle un monumento a Wardell Gray, joder? Y repites otra vez esa
palabra, con las eses. ¿Alguna vez te he dicho que tienes que hablar (me) más
en inglés? Y decir esas palabras que acaban con esas eses que sólo dices tú. La fecha. Más o menos de los mismos años. ¿Y si es el mismo
quien las escribe todas? La letra, Doctora Watson, es muy parecida en todas. Con
el gesto que pones no hace falta encogerte de hombros y no sé interpretarlo
como un sí o como un no. Y lo que lees ahora te pones a decirlo de esa manera. Igualito
que Bessie Smith, por qué decirlo de otra manera. Esto se lo han escrito dos
mujeres. Y haces una pausa. Entonces soy yo el que hace el mismo gesto que tú
antes. Mal, por descontado. Y tú me hablas de Talulah Bankhead y yo de la
Baronesa de Koenigswarter. Y entonces dices jass… y yo digo Jelly Roll (pero ya
descuadrado) Morton. ¿Y cuánto llevan esos dos hijos de puta con esa
improvisación que no se acaba ni a la de tres? Y una de las chicas de la
fotografía se ríe, enseñando cuánto le gusta reírse (y más) con esos dos
dientes separados. Ese tipo de risa. Y terminamos de ordenar las fotografías
con la chica de la edad equívoca. Y la miramos. Y nos encojemos, de hombros y por dentro. Y ponemos otro
disco porque Dexter Gordon se ha ido a los lavabos. Y Wardell Gray se morirá
pronto. Y no podía ser otro el disco y otra la chica. Y tú dices jass… y Lester,
y aquí evidentemente es cuando llega el fundido en negro.
2 comentarios:
Secuencia maravillosa, Jose.
Gracias.
Buena semana!
Muchísimas gracias por tu comentario, Zoe. Es todo lo que puede sugerir el jazz y más.
Besos e igualmente!
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