miércoles, 11 de agosto de 2021

Los patos también vuelan

Sobre lo infinito, Roy Andersson, 2019
 
11 de agosto. 2021. El día todavía es muy largo. Los patos fluyen por el estanque del parque. Ser pato y zambullirme, desaparecer como hacen los patos de los estanques de los parques. Si Roy Andersson fuera de Zaragoza grabaría con el móvil a este pato que hay en el estanque del parque. Roy Andersson es sueco y hace películas con un solo plano, que ya de planos-secuencia han pasado a llamarse planos-Roy Andersson. Los suecos no son neutros, creo, la mayoría de los suecos son rubios pero en los juegos olímpicos veo cada vez más afro-suecos y las afrosuecas son bastante guapas. Roy Andersson (todavía, que yo sepa, váyase a saber usted) no ha grabado patos pero sí palomas que reflexionan sentadas en la rama de los árboles. Quizá las palomas, pocas, que hay en el parque se echan a volar porque un segundo antes han dejado la reflexión. Aunque en la última película de Roy Andersson las personas también vuelan.

A Roy Andersson el pato del estanque del parque se le quedaría mirando o igual era al revés y es Roy Andersson el que se le queda mirando al pato en el estanque del parque. Y en el último momento el pato se echa a volar, los patos vuelan, menos el pato Donald que suele salir por patas. Aquí se llamó pato Lucas al pato Daffy, que era negro en contraste con el pato Donald que era blanco y Daisy también, que era su novia o su follamiga aunque mucho menos inocente que su novio o su follamigo. Lucas el pato no tenía novia ni follamiga. Lucas el pato ni siquiera tenía a nadie y por eso tiene todo el rato cara de mala leche. Lo que pasa es que a un pato no lo entiende nadie aunque eso no es excusa porque a Donald el pato todavía se le entiende menos y tiene novia o follamiga aunque a veces esputa y los ojos se le ponen rojos. Daffy tiene el teléfono de Donald pero nunca le llama y Donald dice que si Daffy no le llama él tampoco. Cuestión de derecho contractual. Tampoco hay superpatos como sí hay superratones aunque Mickey, que tiene novia pero no follamiga y es además otro rollo, tampoco ha dicho nada. Igual es que no tiene el teléfono del Super. Lo que más le jode a Daffy es cuando tiene que ponerse la mascarilla para entrar al Mercadona. Repito. La mascarilla, un pato. Daffy.

Hay quien tiene mala leche y hay quien tiene mala pata.

domingo, 8 de agosto de 2021

La eternidad de las rocas

 

Fotograma de La eternidad y un día, Theo Angelopoulos, 1998


Ocho de agosto. Ocho del ocho. 2021. Continúa el día más largo. Agosto es un mes corto y también un mes largo. Agosto también es un día muy largo. El tiempo entre el último post y éste no es largo, es indecente. Me acuerdo mucho de este blog. Me acuerdo de cuando me entraba cargo de conciencia: quince días sin escribir. Parecía la eternidad. Qué es hoy una eternidad. La eternidad no se termina nunca si es que hay algo que alguna vez se termina. Tú nunca te terminas y será por eso que también me acuerdo mucho de ti. De cuando tú y yo y eso. Me acuerdo de muchas cosas que no se terminan y que a veces están cerca de la eternidad. Estar cerca de la eternidad tiene que molar. Es estar cerca del final de algo. Por mucho que digan la eternidad tiene algo de final de un camino y si te asomas lo ves, ahí abajo. El final. O lo que sea que hay después de la eternidad. Eternidad a veces suena mal, como una condena. La eternidad y un día, lo dijo Angelopoulos y yo lo que dicen los dioses es dogma.

Bruno Ganz en La eternidad y un día. La nariz de Bruno Ganz, chata y eterna. La nariz de Bruno Ganz no era alemana. La nariz de Bruno Ganz era suiza. Suiza es eternamente neutra, como el betún. El betún es una palabra aguda. Me gustan las palabras como betún, que prácticamente nadie usa. Nadie dice voy a comprar betún. Nadie usa tampoco betún, entonces para qué ir a comprar betún. Me gustan las palabras agudas porque la tilde las termina, convirtiéndolas en eternas, o sólidas como una roca. Una roca es eterna también, a no ser que alguien o algo las quiebre o las rompa. Entonces una roca, hay que tener bastante fuerza para quebrar una roca, se convierte en la madre de más rocas, que no crecen pero sí pueden multiplicarse y así hasta la eternidad, hasta que llega un momento en que la partícula de la roca más minúscula sea indivisible y entonces la roca por fin habrá terminado su eternidad. Un día sucederá eso. Angelopoulos no jugaba con las palabras.

La roca ha llegado a su final, a su eternidad. El día más largo es ya eterno.