sábado, 23 de marzo de 2013

Dionisio. Ramón. Emilio.



Se ha muerto Bebo. Tocan lágrimas negras.

Esta noche es una de esas noches. Tú y yo revolviendo en los discos. Tú bebes. Esta noche es de esas noches en que no faltan motivos. Esta noche, me dices, nos vamos a enamorar. Asiento. Bebo. No miramos el reloj. El tiempo, a pasear: de fondo suena un piano. Hoy quiero bailar cha-cha-cha, me dices, aunque a mí eso de bailar me da mucha vergüenza. Pero te sigo, porque hoy es una de esas noches. Has llorado y mírate ahora el rímel. Y no te importa porque lo consideras el mejor homenaje. Te descalzas. Y lloras y sonríes al mismo tiempo. Y bailamos el cha-cha-cha. Y luego me toca a mí. No somos raros ni nada, poniendo vinilos de colección. Hoy es noche de vinilo. Y bebo.

Y me cantas esa letra de bolero que no canta el piano. Y bailas sola. En el ínterin pasan muchas cosas entre los dos, porque esta noche nos estamos enamorando. Y es una buena noche para llorar. Nos acordamos de dios, así, en minúsculas, y le preguntamos por qué permite que se vaya este tipo de gente. Y bebes y bebo y nos acordamos de la madre de dios. Y levantamos el surco. Y nos vestimos como en los años 40. Y sacamos las maracas. Y nos parece todo tan demodé que nos encanta. Nos ponemos tinte y nos ponemos dos nombres, no sé, Chico, Rita. Y oímos un chucho en la esquina de abajo. Parece que llora. Y nos cogemos de la cintura y escuchamos. Y suena nuestra canción. Y me miras a los ojos y me dices “ojos verdes”.  

Ahora haces playback y eres Rita. Y me dices las cosas como Dinah Washington, pero con acento cubano. Reprochando. Si el blues fuera cubano. Y yo asiento. Y me enamoro. Quiero tocarte el piano que nunca tuvimos. Me conformo con eso que me cantas y me rasga: “no te voy a querer ni te voy a mirar, para que sufras” es lo que me cantas con la voz de otra y a mí eso me sabe a gloria. Bendita. Y entonces me acuerdo de otra que no eres tú. Y lo notas y me pellizcas y me subes con tus pies por ahí. Anotamos mentalmente el día. Otra fecha en el calendario.

Y entonces se me ocurre y te lo digo. Bajamos, buscamos. Por aquí y por allá. No te has puesto los zapatos. Parecemos algo, con la botella, así a estas horas por la calle. Tenemos los mismos arranques de vez en cuando. Y al final lo encontramos. Tiene cara de tristón. En cuanto te ve levanta la pata. Y se pone a mover el rabo. Te lo has ganado fácil. Te da unos lametones en el pie y te parece escucharle decir algo. Nos encanta este chucho. Y también lo que queda de noche. Un día te haré un bolero, te digo. Sólo que hoy nos falta el piano.

domingo, 10 de marzo de 2013

Él




Escuchas lo que te dice cuando te lleva al camerino y cierra la puerta, cuando te hace sentar de cara al espejo para que te veas lo guapa que estás esta noche. Y tú, entre que ves fotos de su familia y que no sabes cómo se habrá fijado en una simple extra girl como tú, te miras al espejo y él, que se acaba de lavar ese mostacho de pega, te observa como a una distancia prudencial. Tú eres la estrella en ese momento y no te lo crees. O sí, porque estás en el asiento que ocupa la persona más famosa del mundo. ¿Habías tenido alguna vez de cerca a alguien, en definitiva? Y él te dice y te remata: look so beautiful tonight. Y suena una música de un chisme de ésos que has visto en los escaparates y que tú escuchas pero en la radio de tu habitación, cuando tu compañera de piso no está, porque no quieres que te diga que oyes unas cosas un poco ñoñas. ¿Te creerá cuando le digas dónde has estado, con quién y lo que te ha dicho ese quién?

Te dan ganas de salir corriendo en ese mismo momento para decirle a tu chico que… pero mejor piensas que no, precisamente contarle esto no sería lo más adecuado, y lo único que te ocurre es que realmente te estás creyendo una persona importante. Y le llamas de usted y él se sonríe y esta vez le oyes, es la misma cara, el mismo gesto que hasta ayer sólo veías en el cine de tu barrio. Y él te dice que no le llames así. Y tú no lo sabes, pero te estás sintiendo como una rosa púrpura en el Cairo. Ya sabrán tus nietos de lo que hablo. Y él te dice Smile y tú sonríes. Aquí tendría que ir un fundido en negro porque él te va a hacer la corte, que es la expresión que se usaba en aquellos días para otra cosa. You know. No sabes, porque esas cosas no salen en la prensa, cómo es él. A él le gusta mucho hacer la corte. Y como hay un fundido en negro no vemos nada. No la corte aunque sí el corte. Lo que sí puedo decirte es que esta noche quizá no veas a tu compañera de piso. Ni ésta ni las siguientes. Quizá te hayas convertido pero de verdad en esa star que te ha dicho él. Son cosas que pasan en el mundo, tú no lo sabías, porque tampoco salen en los periódicos, son cosas que tienen que pasar y pasan. Sobre todo si eres la chica del fondo de la escena y quieres convertirte en algo más. Y a él le gusta mucho hacer la corte. Y este mundo es como es y ya lo irás aprendiendo. Y después del fundido en negro pocas personas te van a reconocer. Serás una star que cuando llames por teléfono a su casa, dirás así, ¿está Mister Chaplin? Porque lo cogerá Mrs. Chaplin. Y lo que sigue es la misma historia de siempre. The same old story. De ésas de las que siguen alimentándose las películas.