lunes, 23 de mayo de 2011

Malick

Poster de la película El árbol de la vida, ganadora en Cannes, Terrence Malick.

Si hay algo parecido en el mundo a Víctor Erice, tenemos que marcharnos de España. No por nada, sino porque en algún lugar desértico, del cielo o de color rojo, encontraremos al susodicho. Parecidos razonables, formal, estética y visualmente. Bello cinema. Terrence Malick tiene como Erice poca prensa, poco cine y muchos, bastantes quilates. Igual me emocionan las arenas, el polvo del que se nutre Martin Sheen en aquellas malas tierras, como el miedo metido en el cuerpo de los soldados marines norteamericanos, George Clooney o Sean Penn. Igual me produce emoción una colmena en las manos de un protegido apicultor, el renacentista Fernán Gómez. Igual el baile de padre e hija allá abajo, en el Sur. Igual el boceto-bosquejo-búsqueda de lo imposible (así es la perfección) del pincel puñetero y mágico de ese sol del membrillo que busca y ¿encuentra? la mirada de Antonio López.

Terrence Malick ha ganado en Cannes (otra cosa no, pero seguro que deslumbrándoles los ojos a todos) con su película El árbol de la vida. Tengo tantas ganas de quedarme ciego como de que no se estrene pronto la película. No puedo esperar seis meses más para compensar la barbaridad que me rodea, que nos rodea, este bello mundo, bella vida. También quiero ver Melancolía, para decirle a Lars Von Trier que deje de decir tantas tonterías, porque su cine no necesita del provocar. También quiero que Víctor Erice vuelva y nos pegue la bofetada de siempre, que Malick imite a tito Woody y nos ciegue cada año. Que no se mueran sin antes haber encontrado el camino de la felicidad eterna, que sigan en la búsqueda del medicamento cinematográfico ideal. Que nos inoculen una centésima parte de lo que circule por sus cabezas.

Al menos yo lo necesito.

lunes, 16 de mayo de 2011

El día que vaya a París...

Poster de la última película de Woody Allen, Midnight in Paris.

Me acordaré de todas estas últimas chicas famosas que me recuerdan a otras chicas, como lo hacen Julianne Moore o Natalie Wood, o lo haría Vanessa Paradis (aquellas chicas del pasado). Me gustaría pisar París, ya puestos en ese sentido, con Ali MacGraw. O con Norah Jones (chicas del presente, de futuro). El día que le dije a la chica que me recuerda a Norah Jones (en una fotografía sólo, me salió del alma), que es la misma chica que me ha dado una idea para escribir este post (sweetie pie and forever), esa chica me dijo que no, que no era para tanto, o algo así, me dijo, que ya le gustaría ser como Norah Jones. Un comentario a un comentario de su blog de terciopelo. (Insensata, le digo ahora, Norah Jones cantará mejor, pero nadie me escribe cosas como tú).

Me acordaré de todas esas chicas, precisamente por su ausencia, e imaginaré lo que habría sido visitar París con cada una, y entonces me llamaré tonto y miraré a los ojos de la chica que con un codazo me devuelva a la realidad. Y visitaré París y no creo que haya cambiado mucho el escenario donde Paul Newman coincidía con Louis en Paris Blues. O la rivera del Sena desde que todos bailamos y cantamos “Everyone says I love you”. O desde que en un falso fondo de pantalla alguien le decía a alguien cosas en inglés, antes de reencontrarse en un bar del norte de África. Y si algo ha cambiado haremos oídos sordos, porque nada es para siempre pero ya sabes tú y yo que París siempre nos queda.

Y el día que volvamos, porque a París siempre se vuelve, ya sea con Ali MacGraw, con Norah o con mi circunstancia, volveremos porque (Owen Wilson dixit, sosias de Mr. Allen,) allí nos encontraremos (caminando con la circunstancia como Owen Wilson en el poster de Midnight in Paris) con lo más bello del universo. Y seguramente llueva.

lunes, 2 de mayo de 2011

Mis imágenes (II)

Julianne Moore posa para un reportaje de la revista Vogue. El año, cualquiera puede ser.
Incomprensible que a esta mujer no le nominen más a menudo. No es cuestión de creer en unos premios que no recayeron nunca en Cary Grant, Hitchcock o los Hnos. Marx, pero últimamente veo nominadas que no le llegan a la suela de zapato. Reconozco que tengo una debilidad especial por esta mujer que gana con los años, por la que no pasan los años.
Una película gana muchos enteros cuando aparece esta mujer en escena. En The kids are all right o en Magnolia o en la peor película que haya hecho. La recuerdo en Vania en la calle 42, donde Louis Malle desnudaba a los actores que ensayaban la obra de Chejov en un New York de teatro. Joshua Redman iniciaba y finalizaba la película con su tenor, en lo que eran las dos únicas veces que sonaba música en la película.
Julianne Moore me recuerda a varias mujeres que han pasado por mi vida. Ya desde mi más tierna infancia. Es lo que tiene amar a una mujer que no tiene fecha de caducidad.