martes, 11 de septiembre de 2018

Pero lo nuestro es pasar


Jean Seberg, 1957 rodando Bonjour tristesse (C) Bob Willoughby

Sé que, de nuevo, no me voy a dormir. ¿Estás dormida?

La tristesse se puede escribir de muchas maneras, pero sólo hay una en la que se manifiesta. Los italianos decían Buongiorno tristezza. Los franceses, Que c'est triste Venise. Y los que hablan inglés, sobre todo en Nueva York, dicen blue. Hill Street Blues o los Blues del Potato Head. Qué triste, suele decirse de forma peyorativa (mal dicho) cuando algo es feo o te han hecho una buena. Lo cual, que te la hagan buena, te pone entre otras cosas (bien dicho), triste.


Tristeza de amor cantaba Hilario Camacho. Pocas rayitas de popularidad en el Spotify (disgresión: ¿merecerá la pena el tal Tidal?). Sé que no es fácil dormise cuando, entre otras cosas, estás triste. Sé que es muy difícil volver a dormirse en mitad de la noche poque te has despertado porque estás triste. La verdad es que todo eso, sin paños calientes, es muy jodido. La congoja y el corazón. Por qué trae consigo esto (the same old story) siempre septiembre.


No sé si la mejor manera de luchar contra el insmonio que produce la tristeza es ponerse a escribir pasada media hora de la media noche. ¿Leerás esto cuando haya pasado de largo la tristeza?


Cosas que no son tristeza: la melancolía, la morriña. Sí, pero no. El insomnio. ¿A veces le acompaña a su fastidio un puntito de deleite?


La tristeza es como una migraña latente, que siempre está allí aunque no la notes (¿pongo interrogantes de nuevo?, ¿afirmo o pregunto?, ¿a veces viene bien que una pregunta se vuelva por si sola retórica?).


Si a veces viene bien estar triste, bendita seas, tristeza. Pero también te digo una cosa: que ahí tienes la puerta.