miércoles, 30 de noviembre de 2011

Hush, little baby

Far away, (c) Mike Benny
Tiene cosa el Summertime si todas, casi todas, las versiones que conozco tienen en sí mismas una connotación llamémosle X. La canción en sí misma es una nana, pero cosa tendrá si la trompeta de Louis le introduce de tal modo a la voz como lánguida esta vez de Ella Fitzgerald. Ya lo sé, la idea es dar la sensación de esa modorra en que te sume la canícula, que es una expresión con connotaciones también. Es una nana o lullaby, pero lo que canta Ella parece otra cosa. O ya no te digo lo que dice Louis. Y ya no te digo si traspasamos el umbral y Janis dice lo mismo pero no es lo mismo. Es decir, quién le canta una nana a quién y por qué. Será una lullaby pero con nota. Porque mira que la cantó Dios esa canción que hasta el menos indicado la cantó. Por qué será. Y con todos será una lullaby pero hasta Coltrane la exorciza y esa letra X aparece en la palabra a la que conduce esta canción veraniega qie no del verano. Vaya lullaby.
La culpa de la connotación quizá no la tuvo ni George y menos Ira Gershwin, que la letra fue de Du Bose Hayward, y además porque queda dicho que sólo compusieron una lullaby (más connotaciones, negras: negro bebé, estamos en el Sur, tu padre es Porgy and Bess. Es la verdadera connotación, pero este blog lo escribo yo) pero si la canta un negro (y Janis rabiaba también captándolo) la connotación se me hace tan evidente que hasta dudo de quién se la canta a quién y dónde. Y por qué. Janis se lo cantaba a un campamento de iguales. Amplio, abarrotado de ganas de. Louis se lo decía a Ella y Ella se lo devolvía a Louis. Nunca se ha dicho si hubo algo entre ellos dos. Maneras de cantar. Y Coltrane desgrana en estos momentos en que escribo su propio Summertime, esos acordes de McCoy. Y descubro la voz de Billie y entonces tengo que replantearme tantas cosas. Porque a quién le canta Lady Day. A quién le decía so hush Little baby Lady Day.
Si aquello sólo era un blues…

lunes, 21 de noviembre de 2011

Infamous

(C) Will Counts en 1957, testigo directo de la infamia

No me imagino a un Charles Mingus español ayer. Por la noche. Bramaría. No me imagino escuchar una buena palabra de sus hipotéticos compatriotas en una noche en la que tenía que haber llovido pero no llovió. Que era lo único previsto para este domingo que no fue como se esperaba. No, no me imagino a Mingus ayer español y menos callado. Si me lo imagino, ayer Mingus seguro que hubiera usado un twitter, lo mismo, para empezar y no acabar. No me imagino un twitter sin gente como Mingus. Mingus y la raza negra del jazz de los 60 usando twitter. Charles Mingus empezaba y no acababa. Dudo mucho que sepan aquellos del balcón de ayer quién era Charles Mingus. Que siempre se escribe Charles pero todos le llamamos Charlie. Los que le conocemos, vamos. Pues eso, que ayer por la noche Mingus estaría muy ocupado si hubiera sido español y no se hubiera muerto por segunda vez del intento. Lo imagino en la hipótesis más jugosa del jazz contemporáneo twiteando, bebiendo, más cosas, y escribiendo en un pentagrama improvisado entre licores y esas otras cosas. La mala leche, por ejemplo. Diciendo damn it y acordándose de todos nosotros. De sus hipotéticos, más hipotéticos que nunca, compatriotas. Congéneres forzosos. Damn it.

Charles, Charlie para los que le conocemos, hubiera tenido esa chispa de inspiración que suele visitar a los genios que necesitaban achisparse en el momento adecuado. En ese momento. Seguramente Mingus todavía no se habría levantado hoy, porque aparte no le daría la gana respirar el mismo aire que otros. Un aire parecido al que en 1957 respiraba uno de los seres más infames que ha parido madre. En 1957 un ser humano (sí, también tienen derecho a vivir) llamado Orvel Faubus, gobernador del estado de Arkansas, USA, no tuvo mejor ocurrencia que impedir la entrada de estudiantes de raza negra en los institutos de Little Rock. Lo menos que merecía este político (pausa. Político) era que le twitearan a mansalva, que se acordaran de su madre o que le compusieran una canción. Mingus hizo, que se sepa, esto último. Yo no encuentro una forma mejor y más educada para despedezar vivo el nombre de un malnacido. El mismo nombre, Faubus, echa para atrás. Pero estamos hablando de Arkansas, de Little rock, de Faubus, de Mingus (quién es ése), de América, de una película, de un horizonte muy lejano. Qué me vienes tú a contar. Coño. Con eñe. Eh, Charles, qué a cuento utilizarías tú esa letra. Aquí esas cosas no pasan. Aquí no estamos para canciones protesta. Aquí es una cosa de rojos. Joder, Charles, qué antiguo que estás. Mucho twitter pero todavía con canciones. Si es que, tío, por mucha eñe que uses, ni saben quién demonios eres. Me parece que como se enteren los del balcón… Si es que ya no te has ido antes.

Que les den a todos, Charles.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Guitarra, guitarra mía

Un Óscar argentino

Que sí, que hubo una guitarra que no era la de Django y que sonaba como la de Django. Qué carajo, sonaba como la de Óscar, Óscar Alemán se llamaba. Recordás. No recordás. Ché, de la Argentina fue y en la misma Argentina le olvidaron (y aquí, no te creas que te vas a salvar, españolito de pro, que olvidaste de Vladi Bas o del gran Iturralde). Pero estamos con Óscar, que ni te acordabas del nombre y tuviste que buscarlo. Sí, ese Óscar de la guitarra que sonaba como el manouche. De dónde sacó el argentino esa guitarra para no acompañar a Gardel. Y tuvo éxito y se lo quiso llevar el Duke. Porque lo tenía en su banda la negra Josephine Baker cuando ella se desquitaba de la vida sin la ropa. La bella Josephine. Suerte tuviste de tratarla a la bella y a tu guitarra, que vienen a ser las dos cosas lo mismo. Y allá donde ibas, aunque tiznaba tu piel a oscuro, decías que yo soy argentino.

Porque eras así como Teddy Wilson. Pero negro al fin y al cabo. Y tenías que repetirlo. Y me digo que cuando empezabas a tocar el swing como lo hiciste desde que te acuerdas tocando una guitarra seguro que hubo más de uno que se dijo que no, que no y que no, que tú eras nacido en el Harlem que (d)escribió el Duke que te quiso, que les tomabas el pelo si les decías que no. Y era entonces cuando tenías que poner el acento ese que aunque fueras negro te delataba. Che, es que no lo ves.

Porque, te preguntarás y me pregunto también, no tenías nada que envidiarle a nadie, sino más bien al contrario. Viceversa. Y me pregunto también si Django alguna vez, que tampoco era negro pero sí gitano, te oyó u acaso oyó hablar de un alemán que tampoco era europeo (lo tuyo tenía mérito para intentar convencer de que lo tuyo era muy argentino). De que le podías hacer sombra, Óscar, quizá te tuvo hasta tirria, sana, pero tirria. ¿Imaginás el momento, imaginás el dúo, la máquina del tiempo otra vez para estar tras el cristal del estudio y las dos guitarras? Primero habría que inventar el momento, lo sé. Veo la portada: Django & Alemán, Swing à Paris. Y Josephine a mi lado marcando el ritmo con los pies descalzos, el humo de su cigarro y el cartel défense de fumer (y Josephine que le da la espalda, desnuda).

Óscar, le oí decirte a Josephine esa vez, tenés sitio entre las estrellas.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Casi el amor

Brigadoon, la película imposible

Existen canciones por ahí, de ésas a las que el paso del tiempo cubrió con un manto no de olvido sino simplemente de stand by, que reviven a la mente en los momentos de los llamados insospechados, por ejemplo esta tarde, hace un rato. El inconsciente hace de las suyas en esos momentos en que llueve y te mojas y es el agua quien hace también su efecto aclarando las ideas y sacando lustre a esas canciones que están simplemente esperando el momento para hacer acto de presencia y efecto. Sí, esta vez ha sido una canción que puede constituir una contradicción en si misma si analizamos su título. Porque cómo se puede estar, si se puede, Almost like being in love.

Las respuestas a este tratado de la composición que parece casi una interrogación (estar casi como enamorado es una forma de preguntar qué le falta a la cosa para ser completo amor) se las llevará el aire, que es donde dicen que también mora el amor. O quizá haya que irse a Roma y la ciudad más romántica del mundo, que acabó de decir este verano pasado el director que retrata últimamente sus amores por Europa. Pero ahí sigue con la pregunta ese Almost, que casi también parece una amenaza para evitar el amor pleno. O todo lo contrario, la etapa previa y obligada, porque no hay más que escucharle pensando en Cyd Charisse a Gene Kelly en Brigadoon, que no es más que, además de maravillosa,  una historia imposible, como tantas veces (y más que eso, aventura) supone esa cosa llamada amor. Cosa que debe de gustar mucho porque desde que se tiene memoria hay que practicarlo porque si no el mundo dejaría de ser mundo para ser otra cosa, cualquiera menos mundo, un almost del cual no querría yo saber el aspecto. Porque, termino, qué sería del universo sin ese juego complicado y necesario, quizá nos tengamos que contentar con un almost y así tener siquiera la esperanza de. Que no sé qué dirá Stendhal en su libro que me he comprado que se llama Del amor pero habrá que echarle un vistazo para no perder de vista el norte y ver si hay muchos almost antes de conseguir lo que se busca desde que el mundo sigue siendo mundo, que ya se sabe que vive por él.