lunes, 27 de agosto de 2012

Jass it up, boys (con su permiso)

Fats Waller

No voy a decir ahora ni aquí lo que quiere decir jazz. De dónde proviene, lo que se hacían y te hacían cuando de fondo una pianola tocaban el germen del jazz. No voy a decirlo, pero tiene mucho que ver con pasarlo bien. Con pasárselo muy bien. Que es lo que vamos a hacer hoy. Nos lo vamos a pasar bien escuchando a Fats Waller, divirtiéndose cantando letras horribles de canciones de risa. Pero era él y lo transformaba en obra para no perecer. Y tocaba Louis y también nos dibujaba la sonrisa y más cosas, porque él lo que cantaba te lo contaba con la sonrisa cómplice y traviesa. Y esos ojos que decían tanto o más. (Anécdota: no sé qué Papa de Roma en audiencia con Louis y esposa: “¿Y tienen ustedes hijos? No, pero nos lo pasamos muy bien intentándolo”. Eso sólo lo puede decir Él).
Todo pasa por pasárselo bien. Y está Cab Calloway y está el dixieland, y está Bessie Smith, que con un blues te agarraba y te lo hacía pasar muy bien. Y estaban las bandas del Cotton Club y las dancers que al son del jungle se contoneaban y te remataban el pasártelo bien. Y luego llegó Bird y ése te lo hacía pasar bien aunque no quisieras. En parte porque él antes de la actuación ya se lo había pasado bien. Demasiado bien. ¿Huimos de las leyendas negras y no tan negras? Ellos sabían pasárselo muy bien. So what?
Escucha porque ahí en esas grabaciones está la clave de todo esto. Si hoy Louis viviera o si Fats hoy viviera… es tan difícil de imaginar a gente como ellos hoy, que nos hagan reír. El origen del jazz se ha apartado tanto, que dudo de que en algún sitio de ésos, en la misma New Orleans existirán, dudo de que en esos sitios exista una pianola y alguien a quien apodarle Jelly Roll. Por todo esto hoy tú y yo o quien sea con el que estés nos lo vamos a pasar muy bien. Sólo tienes que ponerte de fondo a Louis, a Fats, a todos esos chicos que supieron traducir lo que aprendieron. A pesar de todo, no tiene que resultar tan complicado.


You Rascal You by Louis Armstrong on Grooveshark

I'm Sorry I Made You Cry by Fats Waller on Grooveshark

lunes, 20 de agosto de 2012

The one and only

La protagonista de nuestras vidas, 1955 (c) Richard Avedon

No, simplemente no. Es imposible, arduo y complicado al menos. Lo que me despiertan los ojos, las piernas, la cintura y el adulterio con Spencer Tracy no me lo despierta hoy nadie, absolutamente nadie que se dedique a mentir a 24 imágenes por segundo. Que no, que ni de lejos. Que ya he visto suficientes muestras y fotografías y más muestras y más besos y abrazos con Spencer, al cual odio, por tener esa cara de buena persona y por eso, por ser la mitad de ese adulterio. Que ya he intentado buscar (encontrar es lo difícil) la heredera, calificativo que desde ya está de más, porque el trono lo ocupas aún hoy, y ya van unos cuantos años desde que no pudiste convencer a la vida. Por una vez alguien te ganó. Cuál fue la clave de tu éxito, veneno para la taquilla que te llamaban. Lo digo, no veo hoy ni tus ojos ni tus piernas ni tu cintura. Algún insensato dirá ¿guapa? Padre, ya sabes lo que hacer con ellos. Y lo vuelvo a decir, tus ojos, tus piernas y tu cintura nos pertenecen. O esa cara que pusiste en la foto de arriba.

Me hubiera gustado, eso sí, que hubieras jorobado a todo el mundo más con ese corte andrógino de tu melena, que hubieras alimentado el morbo de los idiotas, que hubieras dado pie a que un Sálvame de la época hubiera hurgado en tu vida privada, que se hubiera inventado tus amantes entre las féminas y, mejor aún, que tú les hubieras dado pábulo con declaraciones ambiguas. No me lo quiero ni imaginar, porque, de sólo pensarlo, se me hace la boca agua y me suelto mis buenas carcajadas. Estás muy guapa con ese pelo a lo chico, te lo digo yo.

¿Y Spencer? Párrafo para Mr. Tracy. Complicado escribir sobre ti sin que aparezca el nombre y hombre de tus sueños. Lo lamento por la señora Tracy, sumamente, de verdad (curiosidad, señor y señora Tracy se murieron uno detrás del otro). Spencer, tenías que ser bueno de verdad. Pero que mucho. Me imagino entre vosotros dos (Spencer sin su esposa, digo) y me hierve todo. Me imagino en las noches en que compartías tiempos y momentos (¿a intervalos, existían los pactos tácitos? Mrs. Tracy tenía que amarte mucho también). Nacer el uno para el otro tiene que ser algo que le sienta muy bien a uno.

Y ahora vuelvo a ti. Te veo travestida, de muy joven, a las órdenes de Cukor, en los brazos de Cary. ¿Realmente, con quién te hubiera gustado de verdad acabar? Historias, en verdad, éstas. A mí alguna vez me llamaron Jimmy, pero Cary es mucho Cary. Tú no viviste, amaste. Todavía no he dicho tu nombre, tantas veces equivocadamente escrito. Te veo de monja con ganas, bebiéndote media botella con Boggie, cantándole a una fiera I can’t give you anything but love, baby, te veo siendo tú la fiera, mi niña, te veo comiéndote a tus partenaires, te veo dirigiendo la película. Yo nunca te he visto, te disfruto y eso es algo que hoy nadie, ni unos ojos, ni unas piernas ni una cintura me pueden dar como me lo diste tú. No hay trono, tú eres el trono. Tú eres la, la única, la que no habrá nunca. La costilla que hizo surgir al cinéfilo que llevo dentro. La chica de Spencer. Esa puñetera dama del teatro.

lunes, 13 de agosto de 2012

Un sombrero de ala ancha

Maureen O'Hara

Sé que a ti y a vosotras os molaría más si empezara hablando de Gabriel Byrne, que sé que os pone, ese tío bueno al que habéis visto tantas veces en una película. Porque tengo que hablar de Dublín y Byrne es de Dublín y de Irlanda, como Bono y U2, Joyce y Dublineses, como los ancestros de John Ford o de John Huston y Los muertos. O Barry Fitzgerald. O Maureen O’Hara. Y me voy a quedar con Maureen O’Hara porque este blog lo escribo yo, y aunque técnicamente no naciera en Dublín es pelirroja. Y porque de siempre le he debido un post a la mujer de John Wayne al final de El hombre tranquilo. Y porque ayer soñé que volvía a Inisfree. Y porque Maureen O’Hara es mía y porque me da la gana.

Me gustaría, dicho sea de paso, hacer un tour. Podríamos empezar por la mañana y visitar Inisfree, esperar la tormenta y repetir si ha el caso la escena de El hombre tranquilo. Me da igual, repetiría la escena aunque no cayera una gota de agua, aunque el viento no agitase esa tarde la cebada. Luego, tras un fundido en negro, reapareceríamos en Dublín, para tratar de encontrar un lugar donde lo celta cediese por una noche a un piano, un bajo y una batería. Seguramente habría una solista de la que nos preguntaríamos que por qué canta así y de dónde había salido. Luego de que actuara se lo preguntaríamos porque en esos sitios no es como en estos otros, y ella se sentaría con su trío codo con codo en la mesa de al lado. ¿Pero no iba a hablar de Maureen O’Hara? Y bastante, tirando de tópicos y con esta vocalista pelirroja, como Maureen O’Hara. Tú haciéndome de intérprete y yo mentándole a John Ford, a John Wayne (lo diría así, yon vaine y la pelirroja me miraría raro: Es bastante pecosa), Inisfree. Tienes el pelo como Maureen O’Hara, y a saber cómo se pronunciaría en gaélico todos estos nombres. Y la cantante, que seguramente también acabó en esto después de escuchar a Cassandra Wilson o así, se llama Susan y no Deirdre ni cosas así. Y yo le pregunto, mientras el batería no deja de echarte el ojo, si se puede vivir de esto. Y ella me responde con un gesto ambiguo mientras pide otra cerveza.

Acabo con los tópicos y le nombro consecutivamente a Jim Sheridan, a Daniel Day Lewis, a la selección de Irlanda del Mundial de Italia. Como tú eres tú y yo soy yo, nos damos un respiro y, mientras charlas con el batería, yo acabo hablando de fútbol con la pelirroja. No recuerdo ningún equipo irlandés así últimamente y ella me dice que tú ya tienes a Ronaldo. No, perdona, yo soy del Zaragoza, y entonces me echa una mirada que dice por si sola what? Y entonces yo me callo y te pregunto si no es hora de irnos. Y nos vamos y nos despedimos y yo me pregunto si para tu cumpleaños no te quedaría bien un sombrero de ala ancha, como el que lleva Maureen O’Hara cuando la conoce John Wayne. En Inisfree. Y pronunciad John Wayne.

lunes, 6 de agosto de 2012

Nunca dejes de mirarme

Chavela Vargas, 1919-2012

Sé que eres de las que enamorabas por igual. Esa mirada. Tú lanzabas dardos, no mirabas. O como dijo mi soulmate ayer (leedlo si queréis saber lo que es bueno) de otra que tal, puñales certeros. Aun esas gafas. Enamoraste a Almodóvar, a Sabina, a Frida y a media vida bohemia. A partir de medianoche. A partir de ahí, o hasta ahí, he de reconocerlo, no sé mucho más de ti, más allá de la imagen consabida cuasiguevariana, tus mitos creados por otros sobre el alcohol y las madrugadas. Digo creados porque se quedan cortos; la realidad supera a la ficción. Y sé que hace días apuraste por estas tierras tus últimas noches. Casi ves por aquí el último de tus amaneceres. Vaya impresión te llevaste de España, querida mía. Ya nos ves y quién nos ha visto.

Pues sí, enamoras, como me lo estás haciendo tú a mí ahora. 93 años y tan pancha. Enamorabas, ésa es la palabra. Muchos encandilan, otros hacen gracia. Tú tenías esa ventaja ganada. Mirabas y matabas. Sucumbir es lo fácil, cuando provocarlo es lo complicado. Que dejes de mirarme, puñetera. ¿Americana, años 40-50? Billie, Ella y tú. Cantarías jazz. Serías estrella del Paseo de la fama y codo con codo día y noche con MM, esa otra que tal. ¿Querías morirte el mismo día? Gente como tú merece hacerlo, qué te voy a decir.

No dejas de mirarme y me gusta. Te oigo cantar, diciéndole cosas a tu amante de signo interrogación. ¿Cada semana se tiene que morir alguien que de verdad merece la pena, cono todo lo que está cayendo? Manda huevos, Chavela, que tengáis que dejarnos precisamente vosotros.
Amanecí en tus Brazos by Chavela Vargas on Grooveshark