lunes, 30 de enero de 2012

Alice

Alice Coltrane y su marido, 1965

Abrir la carpeta donde guardo y conservo cada foto y cada texto de los que publico en mi blog y ver cada vez que entro la foto de Alice Coltrane (todo está guardado en orden alfabético y esa foto está de las primeras) quiere decir que:
- La foto de Alice Coltrane y su marido me gusta. Mucho.
- Alice Coltrane me gusta. Mucho.

Abrir la carpeta y ver esa foto quería decir también que un día hablaría de Alice Coltrane. O de ella y su marido. Y que ésa iba a ser la foto que pusiera. Ese día ha llegado. Como casi siempre por estos lunes, porque me lo han pedido. Alice Coltrane tocaba también (tan bien) el arpa. Y el último post del que hablé era de Toshiko Akiyoshi. Y son esas dos cosas de las que he hablado últimamente, el arpa y el piano de una mujer, las dos cosas que mejor sabía tocar la mujer de John Coltrane. Ser la mujer de John Coltrane y que te nombren así (mirad, hoy toca la mujer de John Coltrane) tiene que ser la pera limonera. Ser mujer, que te guste el jazz y estar casada con John Coltrane. Os pregunto a vosotras, que sois mujeres y os gusta el jazz.
No sé por qué pero Coltrane y Alice me recuerdan a Lennon y Yoko Ono. Los legados y eso.

En la foto del post John Coltrane le está diciendo algo a Alice Coltrane. Le aconseja o le indica. Prefiero estar escuchando hoy a la Alice Coltrane del arpa. Alice Coltrane continuaría el legado de su marido, pero el rollo que se montó iba tan a su bola que ella misma se encargó de destruir todos los clichés e influencias que inevitablemente tuvo que vivir durante los años en que fue la mujer de Dios. En la tierra y en el cielo. Alice se murió en 2007.
Lo de ir a su bola lo digo por cosas como ésta. Miro otra vez la foto. Y me parece absolutamente maravillosa.

Jagadishwar by Alice Coltrane on Grooveshark

martes, 24 de enero de 2012

La mujer del kimono

Portada del disco de Toshiko Akiyoshi Miwaku no jazz

Hace tiempo que los japoneses me tienen comida la moral. Si sólo fuese por Yasujiro Ozu, Akira Kurosawa o Kenji Mizoguchi. Pero es que también está Mikio Naruse, maestro de la elipsis. O Haruki Murakami. O El imperio de los sentidos. O Setsuko Hara, mi amiga de las películas del B/N. Actriz de aquellos años, no que la conozca. Bastante guapa. Si sólo fuera por el cine o por Murakami. Pero es que no has oído a Toshiko Akiyoshi. Y siempre tengo la duda, de ésas que nunca te abandonan, de cuál será el orden y cómo poner sus nombres y sus apellidos. En cualquier caso, que Toshiko me tiene ganado, resulta demasiado obvio: mujer, jazzwoman y portadas como ésa. ¿Las manos de una mujer (japonesa) se inventaron para tocar el piano? Hay pocos ejemplos de mujeres en el jazz, en general, pero menos de músicas que le den al saxo o la trompeta. Las hay, pero hoy me mandan hablar de Japón.

Me gustaría hablar más veces de Toshiko Akiyoshi, de Sadao Watanabe. De Makoto Ozone. De que algunas se casaron con gente europea, de que son bastante más conocidos en Estados Unidos, de que aquí todos sus nombres suenan a chino. Hablé en su día en la anterior etapa de mis jácaras, tan reales o más que éstas. Puse por las nubes a Toshiko mientras pensaba en ella. Toshiko es la muesca que más me atrae de todo el jazz japonés. Se casó con Mariano (Charlie, puestos a mutar el nombre al hombre) y con Lew Tabackin. Añoro sin saber si existen (duda absurda, existen) los jazz club de Tokyo. On the Ginza se llama una composición de Blakey para sus Messengers. Las mejores reediciones del jazz de los últimos 20 años vuelan desde allí. Molan las portadas con caracteres nipones. Sólo hay una cosa que todavía no me ha entrado del Japón. Algún día comprenderé (mejor) el manga. .

Sigo escuchando a Toshiko. So tenderly. Se confirma que las manos de una mujer han nacido para cosas como ésta.
Sophisticated Lady by Toshiko Akiyoshi on Grooveshark

miércoles, 18 de enero de 2012

Detrás del muro

Bobby McFerrin

La historia va a tardar en hacerle el hueco que se merece Bobby McFerrin. Me parece. La historia tardará en hacerle cualquier hueco. No sé qué me da. En esta vida priman antes tantas horribles cosas. Llegará la hipocresía el día cuando pase a mejor vida. Esos minutos finales del telediario. No sé si tendrá algo de culpa el susodicho, que no maldito, Don’t worry be happy. Casos flagrantes. Estos días, no valdrá para mucho, le he escuchado y le he enviado por spotify. A alguien que quiero que sepa.  
Cuánta vida hay detrás de ese muro del be happy, con el que tantos se dan de morros creyendo que no hay nada. No le escuchéis, pues, con Yo-Yo Ma. Ni con el Ave Maria ni dirigiendo una orquesta de cámara. Ni improvisando con Chick Corea. Ni improvisando, sin necesidad de andarse con historias. Ni le escuchéis reinventando a los Beatles. Ni le miréis a la cara siquiera, que sí, que tiene aspecto de colgado. Y qué. Bobby McFerrin mola.

Pero como sé que tú sabes como yo lo que vale de verdad la pena en esta vida, sé que vas a alucinar cuando le des al click, porque tú sí que le darás al click abajo y derribarás el muro y le dirás a Bobby que eres cojonudo y entonces rezarás porque este año sí, este año tú vendrás a mi ciudad y yo te iré a ver con los ojos cerrados de par en par (pero tampoco vendrá, es lo que tiene esta gente, que parece que se hagan de rogar).
(De algún modo compenso la vergüenza que me entra por no haberle traído todavía a estas líneas a las que doy rienda suelta sobre este gris #3030).

Hallucinations by Bobby McFerrin on Grooveshark

jueves, 12 de enero de 2012

Tócala otra vez, Toots

Existen dos instrumentos a los que la influencia norteamericana, en forma de películas sobre todo, nos hace pensar dos veces y más también en la conveniencia de usar o no la letra hache. Letra muda como Harpo, que tocaba el arpa. La otra duda viene por la armónica (y ahora mismo estaba dudando de nuevo), ese instrumento que nadie se tomaría en serio salvo un niño si no es porque hay gente que le ha dado uso de razón y mayoría de edad, todo fue a la vez. Si los niños, dicen, vienen de París, esa gente que tomó la armónica entre los labios para decir que sí, tú sí que vales, vino de Bélgica y se llamaba, le llamaban Toots. Qué nombre, puede usted decir. Pero no tiene usted más que escribir Toots en cualquier buscador y ya no buscará más, al menos esa noche, recomiendo que lo busque usted de noche. Y entonces verá lo que un instrumento tan extemporáneo a priori al jazz y a cualquier música que se le ocurra puede hacer. Sí, yo también soy de ésos que tienen armónica (olvidada) en casa y se pregunta cómo demonios puede alguien sacarle tajo a semejante fruslería.

Y entonces se preguntará usted “¿es posible que ella me tome en serio si le digo “vamos a entrar a este club, esta noche tocan la armónica”?. Allá tú, añadiría yo. Porque una armónica recuerda a un acordeón de Montparnasse o a un bandoneón del barrio de la Boca. Y las consecuencias de un acordeón y de un bandoneón son por todos conocidas. Así que si usted da con sus huesos en una noche de invierno como la de hoy enfrente de la entrada de ese club y en el letrero del día pone que hoy toca la armónica de Antonio Serrano, o de Toots, no pase usted de largo. Apúntese la hora, llámela a ella y dígale que esta noche Midnight in París. El resto, cuando empiece a sonar la armónica, ya vendrá por sí solo.

We'll Be Together Again by Toots Thielemans on Grooveshark