lunes, 6 de junio de 2011

Cuentos de vino y jazz

No entiendo mucho de vinos, pero mi color favorito sigue siendo el rojo

Hay una foto, y no voy a decir de quién es la foto ni quién es la chica que sale en la foto. Pero un día vi la foto y me inspiró un cuento, un cuento de navidad, un cuento que le mandé a esa chica, que de vez en cuando me regala inspiraciones. En esa foto alguien le hace una foto y esa chica sonríe. Esa chica sonríe porque se va a tomar una copa de vino, una copa de vino que le hace sonreír, le mira a la cámara pero en realidad me mira a mí, y pienso que después de acabarse la copa querrá más, lo veo en su sonrisa, y la persona que le ha hecho esa foto seguirá haciéndole fotos, hay poca luz pero no importa porque lo que verdaderamente importa es la sonrisa de la chica, la chica que sostiene la copa. Hay poca luz porque el restaurante apaga las velas a medianoche y aunque en ese restaurante suena una música horrible de hilo musical (por lo menos no se apunta a la moda de la música chill out, creo que se escribe así), ese restaurante pone cosas que le recuerdan a la chica la sala de espera del dentista, donde quizá le espera una revisión, o una limpieza de boca, y el dentista que le trata verá de nuevo esa sonrisa, porque antes de que esa chica abra la boca le brindará una sonrisa, porque no es lo mismo ver los dientes con la boca abierta que regalándole una sonrisa. El caso es que en la sala de espera del dentista suena una música horrible y en la sala del dentista lo mismo, pero en el restaurante no hay dentistas o eso parece, pero suena la misma música que en la sala del dentista, y a la chica, esa chica que sonreía antes de tomarse la copa, ahora después se le ha terminado de escapar una gotita por la comisura de los labios, una gota roja de ese vino rojo, y esa chica se saca el ipod, lo coloca en posición vertical, sube el volumen, y ahí sigue la persona que le saca las fotos, que deja de hacerle fotos y se acerca junto a ella, aunque a esa persona que le hace las fotos le gusta otro tipo de música, pero da igual porque lo importante es sentarse junto a ella, y la persona que le hace las fotos y que le gusta otro tipo de música le pregunta por el nombre de esa canción. Chelsea bridge, le dice la chica, de Duke Ellington, me suena, le contesta la persona que le hace las fotos, que no sé muy bien si es una chica como ella, o es un chico, porque, aquí entre nosotros, le pega que sea cualquier cosa, un chico o una chica. La chica le pregunta que si le gusta, y la persona que le hace las fotos le responde que no está mal, y ella, después de limpiarse las comisuras, se le queda mirando justo en el momento en que el saxo alto de Johnny Hodges acaba la coda del Chelsea bridge. Entonces ella se sirve otra copa, y la persona que le hace las fotos le hace otra foto, y antes de que la persona que le hace las fotos pregunte, la chica le dice que esta canción se titula Mood indigo, y entonces sí, es cuando sorbe, y la persona que le hace las fotos le hace una foto. Así están, ella bebiendo y la persona que hace fotos haciendo fotos hasta que se acaban las canciones de la orquesta de Duke Ellington. Y cuando, después de un silencio en que vuelve a dominar la horrible música de sala de espera de dentista, por fin la persona que hace las fotos (atención, sigue sin saberse si es chico o chica), por fin se decide a darle un beso, que sabe a vino o a la boquilla de un saxo alto. Es entonces cuando ella busca esa canción en el ipod y suena Billie Holiday cantando One for my baby and one more for the road (pero ella no cree que le pille el guiño) y le dice a la persona que le hace las fotos que por qué no se van a su casa. Todavía me quedan una o dos botellas de vino, dice ella, ¿ francés?, le dice la persona que ya no hace fotos, y varios discos de Charlie Parker, dice ella. No sé quién es Charlie Parker, dice la persona que ya no hará más fotos, porque de ahí en adelante, en casa de la chica de la sonrisa, de las comisuras rojas y de un ipod cargado de jazz, habrá un descanso más que prolongado para las cámaras y para las fotos.

4 comentarios:

Olvido A. dijo...

Qué bonitas te quedan las palabras cuando imaginas cosas, alma gemela.

La chica tendrá que enseñarle también quién es Charlie Parker, claro, al chico o a la chica que le hace fotos. Y seguro que querrá canturrear alguna canción de Louis Armstrong, a quien seguro que le encantaba el buen vino francés y seguro que lo tomó en el restaurante Antoinne de su ciudad cuando volvió ya famoso y reconocido. Pero tienen mucho tiempo. Quizá hasta pueda enseñarle el disco de la Original Dixieland Jazz Band que se compró en una tienda de San Francisco...

Besos, de los nuestros

josé miguel dijo...

Para todo lo hay. Gracias por tus palabras, soulmate.

Besos de los nuestros.

Esther dijo...

Estás muy inspirado y es que una sonrisa y una copa de vino de color rojo son muy sugerentes. Mi vino favorito también es de color rojo. Eres un romántico empedernido, José. Y qué maravillosos son Johnny Hodges, Duke Ellington, Billie Holiday, Charlie Parker. Ahora el amigo Woody deberá hacer una peli inspirada en estos grandes músicos. je je je

Millones de besos, José!

josé miguel dijo...

Tú sí que me pones la cara colorada, Esther, por tus palabras ;) No soy ningún experto en vinos, de verdad, os dejo ese placer a vosotros. Woody seguro que haría una maravilla mezclando estos ingredientes, siempre con jazz de fondo, por supuesto.

Besicos pero millones para ti, Esther.