miércoles, 22 de junio de 2011

El verdadero sexo del jazz

Imagino un mundo de mujeres. Imagino un mundo de mujeres, como hizo Fellini en La ciudad de las mujeres. Un mundo felliniano donde aquéllas gobernaban sobre nosotros, los hombres. Bien pensado este mundo de mujeres no sería el mundo al revés, si acaso sería el mejor de los mundos. No recuerdo mucho de la película de Fellini, (de hecho ahí está mi 6 en FA). Y como no me acuerdo mucho de lo que pasaba en ella me voy a inventar lo que pasaría en este mi mundo de mujeres.

Sería mi mundo de mujeres. Me ha chocado esta aparente contradicción. Mi mundo de mujeres. Y en este mundo de mujeres se escucharía jazz, mucho jazz, pero no el jazz que todos conocemos. En ese mundo no sonaría Lester Young, ni las canciones de Cole Porter estarían compuestas por Cole Porter. No, en mi mundo de mujeres se escucharía mucho, pero mucho, a Billie Holiday. Las radios no pararían de emitir las canciones de Ella Fitzgerald. Pero lo más importante de todo es que la expresión “los músicos” no existiría. Lo que habría que decir sería “las músicas”, no para hablar de manera general de los diferentes tipos de música, sino a eso, a las músicas, a mujeres con un par que tocarían el saxo tenor, o la trompeta o el contrabajo y la batería. Tocarían símbolos fálicos, de hecho, y eso a ellas les dibujaría una sonrisa de oreja a oreja. Los espectadores que acudiesen a esos conciertos sí, podrían ser hombres, pero encima del escenario sólo se verían largas melenas, recogidos o corte de pelo a lo chic.

Este mundo que me he inventado sobre la marcha existió. A duras penas, pero existió. Porque hubo un par de orquestas o tres que ellas sí, tenían un par y lo que hay que tener para, en un mundo, el del jazz, de predominancia masculina, organizar un grupo de quince o veinte buenas mujeres para tocar esa música que (oh Dios) nació precisamente en locales que regentaban mujeres de reconocida reputación. En los años 30 y 40, justo en la época swing,existió esto:

Es difícil imaginar que exista un mundo de mujeres porque, en definitiva, seamos nosotros los espectadores o no, todos nos necesitamos. Creo que también sucede a la viceversa. Felliniano o no, un mundo de mujeres en el que se escuchase vuestro jazz vendría muy bien para ese ratito en que, efectivamente espectadores de vosotras, nos hace falta veros, oíros (mejor escucharos) y sentiros a manos llenas. Y creo que con las primeras notas que desgranara, solita arriba en el escenario, el piano de la portentosa Mary Lou Williams, nos daríamos por satisfechos por una buena temporada (os cuento, no sabéis lo que sería que en ese mundo de mujeres vosotras nos cantarais en voz baja cualquier canción que viniera al caso, aunque fuera una de Gerswhin, aunque fuera el Cheek to cheek).

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