Smile, smile, smile
Seguramente que Charles Spencer se quedó bastante ancho el
día, o la noche o el tiempo que le costase redondear la idea, en que dio
carpetazo a su cuadernillo y a unas simples notas. Imagino un cuadernillo bastante descuidado, en el
que Charles Spencer anotara, conforme pasaban los años, conforme le venían las
ideas, ideas que se le vinieran a la mente, ideas que no pararían de brotarle
desde el día en que cruzara el charco, porque Charles Spencer, siempre hay que
recordarlo, tuvo que cruzar el charco y no, aquélla no era su nacionalidad. En esa
libreta de saldo imagino anotaciones al margen, letra muy pequeña, como la mía
cuando hay que aprovechar el espacio, tachones y trazos y figuras y decorados
(Charles Spencer se dedicaba a hacernos soñar) que harían palidecer al mejor creador
de storyboard. Imagino notas, blue notes y pentagramas de renglones algo torcidos.
Imagino unas hojas sin cuadricular, manchas y restos de cafés y otras
historias. Imagino obras maestras. Imagino frases de amor dirigidas a Paulette,
a Edna y a la más desconocida de las starlettes que soñara con poblar el Hollywood
que no hablaba. Imagino corazones. Imagino lo que a un adicto al sexo pudiera anotar
en su cuaderno. Imagino bocetos de bigotes, de gallatas y de bombines. Imagino una
bola del mundo. Imagino quimeras. Imagino lágrimas.
Pero lo que más imagino hoy son esas blue notes de la libreta.
Lo que más imagino son las fusas y semifusas del día, o la noche, o el tiempo
que le costase redondear la idea, en que comenzó a imaginar lo bien que le
podría ir unas simples notas, notas que conformarían la canción más simple pero
más hermosa del mundo, a esa película que acababa de esbozar en la libreta
desastrada y descuidada. Pensando en tiempos mejores en tiempos que ya eran modernos,
Charles Spencer, otro de los mayores hijos de puta que han podido vivir en este
mundo de franca porquería, se quedó más ancho que largo juntando notas en esa
libreta imaginaria. Años después, bastantes años después, me levanto un domingo
por la mañana, octubre, se acaba el mes. Y vete a saber por qué a medias entre
el inconsciente, a medias entre lo que acabas de soñar, no se te pueden quitar
de la cabeza esas simples notas que conforman la canción más hermosa del mundo.
Por sencilla y por preciosa, que son algunas de las cosas más bonitas que
decírsele pueden a la persona a la que más quieras. Y me pongo en repeat esa
canción y descubro versiones que me vuelvo a poner en repeat. Y le vuelvo a dar
las gracias a ese grandísimo hijo de
puta de Charles Spencer por anotar en la libreta que me acabo de imaginar todas
esas cosas que juntas llevan diciéndome durante dos días: Smile.
Se acabará octubre, pero otras cosas afortunadamente no.
4 comentarios:
Sí, sí y sí. Una canción tan bonita y más cantada por ese Elvis, que para mi, es el primer Elvis.
Gracias, José.
Un beso, el último día de octubre.
El descubrimiento mayor de todas las versiones de estos dos días es la versión de Costello. No tiene tiempo.
Besos Zoe, ¡y gracias por estar ahí!
Verdad. Es la canción más bonita. Y si de descubrimientos se trata, hace algunos años descubrí esta versión en la voz y guitarra de Djavan que la comparto con todos los que quieran sonreir.
http://www.youtube.com/watch?v=tS3z4t08R_k
Ahí es cuando se ve, cuando versión tras versión la canción no empeora, al contrario, mantiene su intensidad y su atractivo.
Gracias por tu comentario, Nico, un saludo! (el otro día escuché uno de tus programas a través de tu página ;))
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