lunes, 2 de diciembre de 2024

Perdones y Olvidos



Hago un descanso del enésimo trasiego de libros, discos, vinilos. Yo siempre llamaré discos a los vinilos y más aún a los cds. Todavía no me sale decir una colección de cds. Ahora que los cds también forman parte del pasado imperfecto.
Entre Cortázar, Grass y el Lady Sings the blues, ahí mismo, codo con codo con la belleza eterna de Billie Holiday, aparece ella. Ella es un libro, de poemas. De poesía y de jazz. Tiene dedicatoria. Leo la dedicatoria, que va dirigida y escrita para mí. 20 de Agosto del 2020, que parece el nombre de una canción de tiempos de la pandemia, esa cosa que uno ya no sabe si existió. No me importaría que la dedicatoria fuese eso, una canción. La tomo por tal. Lo que dice la dedicatoria podría ser la letra de… pongamos de Sabina. Leo la dedicatoria y no me perdono. Me doy cuenta de que he cometido no un delito, sino pecado continuado. Estabas al lado de Billie, evidente que era la mejor compañía. Pero todo este tiempo que he estado pecando necesita su pertinente penitencia. A saber.


En todo este tiempo, más del querido, más del merecido, han ocurrido cosas. Unas pueden contarse. Otras se quedan para mis memorias. Escribo desde el iPad. iPad con P interna mayúscula. Los iPhone o el iOS o como demonios se diga y escriba no es lo mío. Lo he intentado y no. Sí el iPad, más tosco y por ello quizá más de mis gustos. También el MacBook, todavía en fase de pre-todo. Pero el iPhone no. Ay, cada vez que me acuerdo del iPhone me acuerdo de ti.


Han sucedido cosas, demasiadas, como en un partido del Zaragoza. Sí, doce años seguidos en Segunda. Un dolor, un castigo, igual hasta divino. Sólo sigo al Zaragoza. Lo demás, incluso el snooker, ha terminado. Llevo gafas progresivas pero una cosa es llevarlas y otra acostumbrarse a ellas. Veo muchas películas, pero no las películas que ve todo el mundo. El 47 me hizo llorar y Eduard Fernández está para decirle que viva la madre que le parió. Va a ser verdad que es más difícil hacer reír que llorar, será por eso. Revivo algunas escenas de Una noche en la ópera para desmentir momentáneamente el aserto. O Chaplin o Keaton. O el amante de Diane Keaton en la primera mitad de la década de los 70.


Hay letras, palabras y pensamientos que son propiedad del alma. ¿Quizá podría ser todo esto el capítulo primero o acaso un molesto prólogo de mis pretendidas memorias? Me sacan del contexto y de las ganas de leer el libro los prólogos que parecen el trailer de una película que te cuenta toda la película. Sencillamente no puedo. Regreso al comienzo del párrafo. Hay letras, palabras y pensamientos que son propiedad del alma, maltrecha, pero al fin y al cabo sigue llamándose alma. Dicen que hay Dios, por si tiene el cartel de ocupado en la puerta ruego a nivel más terreno el perdón de mi pecado continuado. Tengo a mi soulmate abandonada. Será o no descargo, en el pensamiento-alma-corazón-y-vida hay un pedacito grande de mi Olvido. Echo la instancia, arqueo la espalda. Siento un peso que se me quita de encima. 


Ya me duele menos la cabeza. Creo.


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