John Coltrane por Herb Snitzer
Tener que hablar de John Coltrane y tener que llamarle cosas
como que es un dios que se apropió del alma del jazz. Tener que
decir que ese Coltrane que apenas lo escuchas te arrebata todo, el alma y los
sentidos, ese Dios impenitente que se inventa mandamientos (algo similar, si no
lo mismo, te pasa con Thelonious Monk, y es que por algo se sienta a su
derecha. Y a su izquierda, recordémoslo, se trata de Monk). Tener que decir que
esos mandamientos que Coltrane se inventa te los crees a pies juntillas y lo
mismo da que diga que su amor es supreme o que te cuente cuáles son sus cosas
favoritas (eso sí, le puede llevar cuarenta y cinco minutos. Forma parte de sus
mandamientos).
Tener que decirle a quien nunca escuchó (bien) a John Coltrane
lo que significa John Coltrane y no saber explicarlo, ni bien ni mal, porque a
mí nadie me explicó a John Coltrane. Tener que decir “escucha a John Coltrane”
(en el 98 John Lurie al final del concierto aceptaba peticiones del público. Alguien
le gritó “play John Coltrane”). Tener que decir “aguanta con el Interstellar
space”. Tener que decir que John Coltrane se murió en mitad de la misa. Tener que
seguir escuchando a John Coltrane para seguir comprendiendo lo que significa su
saxo. Tener que llorar en mitad de sus solos. Tener que soñar que tocas sus
solos. Tener que maldecir el día que se murió John Coltrane.
Te salen muchos más “tener que” si piensas qué decirle a quien
no sabe (bien) qué supone ser Coltrane.
2 comentarios:
...la música de Trane es infinita.
Buena frase, Nico. Resume bien lo que Coltrane quería conseguir.
Un saludo.
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