lunes, 25 de julio de 2016

Los que comen zanahorias



De noche pasan cosas, como ver un conejo tamaño medio por la calle, tal vez escapado, tal vez abandonado. Es verano y no sólo los perros son. Quizá. O quizá no fue el dueño el cabrón que abandonó y fue él, el conejillo, porque tamaño medio no es grande ni pequeño, aunque igual era un cachorro, y tomó las de Villadiego y dijo adiós muy buenas a una jaula demasiado estrecha. Si este caso último llegase a ser la conjetura correcta, ¿su dueño lo andará buscando? Quise hacerle una foto al conejo pero o fue muy rápido o yo muy lento a la hora de desembalar el móvil. Si no, la foto de arriba sería otra. Tendría prisa quizá, para dejar atrás su anterior vida. Ese conejo.


De noche, en teoría, son más complicadas de ver estas cosas. Por eso digo que de noche pasan cosas, que igual no son muy distintas que las que ocurren diurnas, pero que por lo menos lucen distintas. Con otra luz. Con la luz que deja la penumbra. O simplemente por la menor luz que de día. Yo lo vi a esas horas. Lo puedo contar. Muy pocos o nadie habrán visto (tal vez esa noche más gente vio a ese conejo huir o sufrir) un conejo en las penumbras. Me miró, por cierto y yo le miré y le dije quieto, que saco el móvil, pero él no me hizo caso y se fue. A dónde, no lo sé pero seguro que allí lejos de cámaras indiscretas.


No soy de los que llevan el móvil en la mano a todas horas y menos cuando, como esa noche, voy montado en bicicleta. No hago más que ver, valga el inciso, y cada vez más, a gente con el móvil en la mano mientras va en bicicleta. Con una mano al menos en el manillar, lo cual me da igual. Eso es una multa de aúpa de las que muchos se libran. Entonces quizá alguien hizo la foto al conejo. Pero con el gatillo preparado no vale. Quizá alguien haya subido la foto del conejo a las redes y yo no. ¿Y si estuviera buscando el camino de regreso a casa, compungido, después de irse de picos pardos (no olvidar el hecho de que aquel día era sábado sabadate)? O buscaba la calle de la casa del dueño o la llamada del campo. Quién puede saber, quién. El caso es que el sábado por la noche un conejo andaba suelto por Zaragoza. Cerca de donde vivo yo. Por el Huevo, si alguno sabe.

Y yo te deseo suerte, qué joder. Andes huido, de farra o abandonado. Conejillo.


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