Chavela Vargas, 1919-2012
Sé que eres de las que enamorabas por igual. Esa mirada. Tú lanzabas dardos, no mirabas. O como dijo mi soulmate ayer (leedlo si queréis saber lo que es bueno) de otra que tal, puñales certeros. Aun esas gafas. Enamoraste a Almodóvar, a Sabina, a Frida y a media vida bohemia. A partir de medianoche. A partir de ahí, o hasta ahí, he de reconocerlo, no sé mucho más de ti, más allá de la imagen consabida cuasiguevariana, tus mitos creados por otros sobre el alcohol y las madrugadas. Digo creados porque se quedan cortos; la realidad supera a la ficción. Y sé que hace días apuraste por estas tierras tus últimas noches. Casi ves por aquí el último de tus amaneceres. Vaya impresión te llevaste de España, querida mía. Ya nos ves y quién nos ha visto.
Pues sí, enamoras, como me lo estás haciendo tú a mí ahora.
93 años y tan pancha. Enamorabas, ésa es la palabra. Muchos encandilan, otros
hacen gracia. Tú tenías esa ventaja ganada. Mirabas y matabas. Sucumbir es lo
fácil, cuando provocarlo es lo complicado. Que dejes de mirarme, puñetera. ¿Americana,
años 40-50? Billie, Ella y tú. Cantarías jazz. Serías estrella del Paseo de la
fama y codo con codo día y noche con MM, esa otra que tal. ¿Querías morirte el mismo día? Gente
como tú merece hacerlo, qué te voy a decir.
No dejas de mirarme y me gusta. Te oigo cantar, diciéndole cosas
a tu amante de signo interrogación. ¿Cada semana se tiene que morir alguien que
de verdad merece la pena, cono todo lo que está cayendo? Manda huevos, Chavela,
que tengáis que dejarnos precisamente vosotros.
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